martes, 8 de noviembre de 2011
Let it be
Deberíamos empezar a escribir nuestra historia. Podríamos escribirla en una pequeña libreta, una libreta con olor a viaje, nuestro rincón caótico en el que sólo nosotras pudiéramos encontrar un sentido al desorden de ideas que escribiríamos ahí, podríamos dibujar los paisajes imaginarios sobre los que nos movemos, relatar las maravillas que encontramos en el mundo. Nuestro mundo. Un mundo que está hecho para ti y para mi, tú y yo, en cursiva, en especial, en diferente.
La libreta contendría nuestras almas, nuestras vidas, estaría compuesta de ideas, historias e imágenes que dejarían maravillados a los mayores artistas de cada época, pasados y futuros, porque nosotras somos belleza, somos aire y melodía, en definitiva, luz y sombra.
Sólo tienes que empezar a soñar.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Nadia
Su ilusión era ver belleza, sentir la hermosura en su estado más puro. Si alguien le hubiera preguntado qué era bello para ella, seguramente no habría sabido contestar, pero no era una respuesta lo que ella buscaba, sino algo que la hiciera sentir. Quería encontrar algo tan bonito que hiciera que se le erizara el vello y que la hiciera incapaz de contener las lágrimas, algo tan hermoso que la hiciera saberse minúscula en espacio y que, a la vez, la envolviera de tal forma que el mundo a su alrededor dejara de existir al menos por un segundo.
Buscó en todas las formas de arte que conocía, buscó y encontró algunas piezas de música que se acercaban a lo que ella quería, pero nunca era suficiente. Buscó la belleza en las personas, en la naturaleza, en la arquitectura, incluso dentro de sí misma. Llegó a pensar que ese ideal no existía, que esa definición que era incapaz de dar no era más que una quimera, sin embargo se prometió a sí misma que jamás dejaría de buscar aquello que sabía que la haría feliz, porque aunque nunca hubiera sido una mujer de fe, la simple idea de que su búsqueda fuera en vano hacía que sintiera un gran vacío en su interior, y no estaba dispuesta a que eso pasara.
sábado, 27 de agosto de 2011
Gwen
Durante un momento se paró a pensar en lo absurdo de su vida; recordó todos los momentos de inseguridad, rabia e impotencia y en ese mismo instante, sentada en el césped de aquel parque que tanto conocía se dio cuenta de lo patético que resultaba.
Pensó en todo el dolor y el sufrimiento que albergaba en su interior y no pudo evitar sumirse en un estado de autocompasión; era joven, aún no había cumplido los 30 se encontraba atrapada en una vida en la que su hogar se había convertido en su prisión. No pudo evitar compararse con sus amigos y antiguos compañeros, a los que no había visto en años y muchas veces echaba de menos. De vez en cuando le llegaban noticias de que alguno de esos amigos se iba de viaje o asistía a algún concierto, pequeños placeres que cualquier persona de clase media podía disfrutar; cualquiera menos ella, claro.
Gwen estaba demasiado ocupada intentando sacar adelante una casa llena de gente con sus escasos recursos económicos como para poder salir una noche con unos amigos o invitar a comer a su familia en su cumpleaños, pero entonces lo vio, vio que todo aquello no merecía la pena, que había pasado de ser una mujer alegre y vivaz a estar demasiado agobiada para disfrutar la vida y decidió que no quería seguir así.
Se levantó y se dirigió con paso firme a su casa, llenó las maletas con todas sus pertenencias y salió dejando las llaves dentro; una vez en la calle llamó a su familia y dijo con una sonrisa en los labios: ya está, se acabó.
viernes, 8 de julio de 2011
Mike
Se consideraba un hombre fetichista, pero no un fetichista al huso. Era artista por convicción, llevaba el arte en las venas, el alma y el corazón, durante años había luchado por hacer de su pasión un medio para la vida, pero con el tiempo había encontrado la forma de compaginar un trabajo en una cafetería con la vie boheme.
Como todo artista, era fetichista y su fetiche era una mujer. Solía escribir pequeñas historias sobre ella, la dibujaba, le cantaba canciones...Pero la mujer que quitaba el sueño a Mike no era alguien a quien pudiera invitar a tomar un café, la mujer de Mike era la heroína de los cuentos de fantasía, la bruja y la pícara, la princesa y la campesina de las novelas épicas; era la protagonista de sus escritos, de sus dibujos y sus canciones.
Mucha gente le había preguntado por qué no escribía sobre hombres y él siempre respondía que los hombres carecían de la fluidez y la gracilidad de las mujeres y por una parte era verdad, pero lo que nunca confesaba era, que temía que si hablaba de ella como un personaje meramente ficticio, su musa jamás entraría por la puerta de la cafetería donde la esperaba cada mañana.
lunes, 16 de mayo de 2011
Margot
Se sentó frente a la pantalla del ordenador sintiendo los el nerviosismo golpeando atropelladamente en el pecho. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento y a la vez deseaba, secretamente, que no llegara nunca; no es que no le hiciera ilusión, o que no le gustara la idea, el problema era el miedo al fracaso el que hacía que le diera un vuelco el estómago y se le revolviera el corazón.
Mientras daba un sorbo al café reflexionó sobre cómo había llegado a ese punto. Recordaba haber estado hablando de política con unos compañeros de trabajo unas semanas antes, uno de ellos le había dado una idea para una novela de acción; recordaba haber aplaudido la idea de su amigo y haberlo animado a hacerla realidad y, de pronto, ahí estaba ella, enfrentándose sola a un proyecto que se había convertido en suyo.
De pequeña le gustaba imaginarse una versión adulta de si misma, una mujer de éxito, bella e inteligente, escribiendo en una máquina de escribir sólo por la magia del recuerdo de una época pasada. Solía imaginar que las palabras fluían a borbotones sin esfuerzo alguno, como si las historias se formaran de forma espontánea en su mente y, en un curso natural, fueran plasmadas al papel de forma automática. Sin embargo, a lo largo del tiempo fue dándose cuenta de que no funcionaba así, su mente parecía incapaz de crear historias largas, a partir de un punto perdía interés y pasaba a imaginar situaciones completamente diferentes con personajes aleatorios; se encontró con que la escritora virtuosa en la que debía convertirse no era más que una relatista de poca monta.
Sin embargo, nunca había sido una mujer cobarde, y no iba a serlo ahora, tomó aire y se dispuso a escribir de tal forma que no quedó claro si lo hacía ella o la niña que habitaba en su interior.
jueves, 21 de abril de 2011
Liev
Avanzó por las calles apresuradamente, amparada por la oscuridad; corría todo lo rápido que sus piernas le permitían pero con cuidado de guardar el sigilo. A su espalda oía los pasos de los guardias, el sonido de sus pesadas botas la mantenía alerta evitando cruzarse con ellos. Sus pies descalzos emitían un suave chapoteo sobre el pavimento mojado de la aldea; cruzó un recodo y vislumbró la sobra de los primeros árboles a lo lejos, corrió por la estrecha callejuela en dirección al bosque cuando se percató del súbito silencio de la calle. Liev se agazapó junto a la pared y vio cómo tres guardias aparecían bloqueando cualquier salida.
La chica pudo ver el reflejo de la Luna en las hojas de las espadas acercándose, trepó por la fría piedra hasta el tejado y se arrastró tratando de hacer el menor ruido posible. Al fin llegó al límite del pueblo, bajó de un salto y se dirigió hacia el bosque, lejos de los guardias, lejos del cuerpo vacío de vida que había dejado en el palacio; por fin llegaría al bosque por el cual había luchado.
martes, 12 de abril de 2011
Esta eres tú
Esta eres tú. Los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así; nunca te habías visto como....no sé cómo describirlo, como una de esas personas a las que les gusta la luna o...que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol...seguro que sabes de qué gente estoy hablando....o tal vez no. Da igual, a ti te gusta estar así, desafiando el frío, sintiendo cómo el agua empapa tu camiseta y te moja la piel; y notar cómo la tierra se vuelve mullida bajo tus pies y...el olor...y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leído. Esta eres tú, quién lo iba a decir...tú.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Inconcluso.
Los cuerpos luchan a ritmo de tango
desgarrado
con gritos de lobo desesperado
aullamos a la Luna
única espectadora
poesía visual sobre un manto oscuro
bohemia líquida
pura
...
Pues eso...de momento.
domingo, 20 de marzo de 2011
viernes, 25 de febrero de 2011
Tenía como hábito contarle cada tarde historias de amor y pasión, descripciones de dos cuerpos luchando por unirse en uno solo. Se las narraba porque sabía que nunca había vivido nada parecido y sospechaba que nunca fuera a sucederle. Las primeras veces fueron por empatía, le divertía ver su rubor cada vez que su historia empezaba a crear imágenes en su mente; ahora, pasa las mañanas inventando nuevas historias que contarle, nuevas andanzas de unos cuerpos anónimos que cada vez se parecían más a los suyos.
miércoles, 23 de febrero de 2011
Se apresuró a recoger sus cosas cuando la voz mecanizada anunció su estación. Subió las escaleras perdida en sus pensamientos hasta que la luz del sol la devolvió a la realidad.
Observó a Miguel cuando llegó a su casa, a pesar de que hacía años que no lo veía, seguía teniendo el mismo aspecto de siempre. El pelo rojo y desordenado le caía hacia la cara dándole un aspecto juvenil y despreocupado, la barba de varios días y la ropa ancha reforzaban la impresión de que hubiera recorrido el mundo con la única compañía de una mochila; pero en lo que más se fijó Paula era en su sonrisa, la misma sonrisa abierta y sincera de cuando se conocieron años atrás, la misma sonrisa de cuando eran unos jóvenes idealistas decididos a salvar el mundo.
domingo, 20 de febrero de 2011
Que sea agradable, sencilla, sin pretensiones, que me haga volar y me transporte más allá de fronteras imaginables. Que haga que la luz del sol brille con más fuerza y que las gotas de lluvia mojen hasta el alma, que te haga creer que los sueños existen y que eres capaz de alcanzarlos.
Que tenga la capacidad de convertir las horas en minutos y los minutos en segundos, que el viaje más tedioso se vuelva un sencillo paseo en su compañía, que el trance más duro se haga llevadero a su lado; que te haga perder la concentración, la percepción del mundo alrededor, el sentido.
Sobre todo, que entre sonido y silencio, entre todo y nada, esté al alcance de los dedos.
Que tenga la capacidad de convertir las horas en minutos y los minutos en segundos, que el viaje más tedioso se vuelva un sencillo paseo en su compañía, que el trance más duro se haga llevadero a su lado; que te haga perder la concentración, la percepción del mundo alrededor, el sentido.
Sobre todo, que entre sonido y silencio, entre todo y nada, esté al alcance de los dedos.
domingo, 13 de febrero de 2011
Echó un último vistazo a lo que había sido su hogar durante el último año. Una pila de cajas y bolsas en el pasillo y la ropa a medio colocar de los armarios dejaba constancia de que ella sobraba; cogió su pequeña maleta y salió a las cálidas calles de Madrid en el mes de mayo.
Cogió el metro casi por inercia, ya que no tenía un lugar concreto al que dirigirse. Se recostó en el asiento sopesando sus posibilidades, podría volver a casa de sus padres, pero esa idea no la atraía, sentía que la vida de aquel pequeño pueblo agrícola ya no le pertenecía; pensó también en llamar a su hermano pero tenía demasiado por lo que disculparse con él y no creyó justo pedirle su hospitalidad después de tanto tiempo.
Miró el pequeño búho tatuado en su tobillo y suspiró, llamaría a Miguel, pasaría un par de noches en su casa y después decidiría hacia donde dirigirse. Cogió su móvil y marcó el número.
-¿Sí?
-Hola Miguel, ¿cómo va?
-Anda Paula, ¡cuanto tiempo!
-Sí, casi un año...oye, quería preguntarte...¿puedo quedarme en tu casa un par de días?
-¿Problemas con el alquiler, otra vez?
-No, es solo que me he cansado, no importa, ¿tienes sitio?
-Sí, claro, cuando quieras.
-Bien, te veo en media hora.
-Bien, te veo en media hora.
Sacó del bolso un pequeño diario mientras el metro la llevaba en su veloz traqueteo hacia Miguel, pasó las páginas y ojeó los dibujos y las notas tomadas con una letra que no era la suya, hasta que se detuvo en una hoja con el único dibujo de un búho, el mismo que adornaba su piel. Guardó la libreta y cerró los ojos, dejando que los recuerdos inundaran su mente hasta que el tren llegó a su estación.
miércoles, 26 de enero de 2011
Invierno
Siento la frialdad del parquet helandome los pies y pienso en ti. Pienso en tu tacto intenso y efímero a la vez, casi volátil, pienso en tus dedos entrelazados con los míos de forma casual, como si en realidad no fueras consciente de estar tocandome, pienso en tu sonrisa y en la emoción contenida en tus palabras cuando me interrumpes para dejar salir los pensamientos que atraviesan tu mente de forma aleatoria.
El frío del suelo me recuerda a los libros y a la música de la que hablamos, me recuerda a Shakespeare y al hipotético futuro con el que nos gusta soñar. Me hace querer tenerte cerca, verte, tocarte, sentirte pasar horas contigo y creer que sólo han pasado minutos, me hace querer pasar horas hablando en la terraza de todo y de nada hablando sin hablar, mirando sin ver, viendo sin mirar, hasta que el frío nos obligue a entrar en casa y tu te sientes en la cama apoyada contra la pared y digas "pollo" y yo te mire confusa.
Dices que tus amigos te echan de menos pero a mi el invierno me recuerda a ti, los libros de mis estanterías me susurran tus palabras, las series me traen a la mente tus comentarios, las preguntas que los profesores no responden, los comentarios que gritan "quiero atún!" de cierta mujer, las canciones del i-pod...todo me hace pensar en ti y siento, tal vez por tener los pies fríos, o porque en invierno no hay señoritas a las que alimentar, el pequeño vacío que dejas cada vez que escapas a la gran ciudad.
El frío del suelo me recuerda a los libros y a la música de la que hablamos, me recuerda a Shakespeare y al hipotético futuro con el que nos gusta soñar. Me hace querer tenerte cerca, verte, tocarte, sentirte pasar horas contigo y creer que sólo han pasado minutos, me hace querer pasar horas hablando en la terraza de todo y de nada hablando sin hablar, mirando sin ver, viendo sin mirar, hasta que el frío nos obligue a entrar en casa y tu te sientes en la cama apoyada contra la pared y digas "pollo" y yo te mire confusa.
Dices que tus amigos te echan de menos pero a mi el invierno me recuerda a ti, los libros de mis estanterías me susurran tus palabras, las series me traen a la mente tus comentarios, las preguntas que los profesores no responden, los comentarios que gritan "quiero atún!" de cierta mujer, las canciones del i-pod...todo me hace pensar en ti y siento, tal vez por tener los pies fríos, o porque en invierno no hay señoritas a las que alimentar, el pequeño vacío que dejas cada vez que escapas a la gran ciudad.
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