Me acerco a la fiesta, en un principio no tenía pensado hacerlo, no me gustan ese tipo de actos, hay demasiada gente y no me gusta perderme entre las masas, sin embargo he tenido una mala noche y tengo ganas de verte.
Te veo a lo lejos, subida en esa carroza tan sumamente estrambótica, con una máscara tapando tu cara, pero yo no necesito verla para saber que eres tu, te reconocería incluso con los ojos cerrados, pienso en acercarme a ti, pero hay demasiada gente y decido esperar en una esquina, de pronto tu me ves y pareces entender, bajas de la carroza y te acercas, me coges en brazo y me llevas a un sitio más tranquilo.
Durante el viaje me siento pequeña, como hacía mucho que no me sentía, soy consciente de mi altura y de mi edad, pero no me sorprendo de que puedas llevarme en brazos con semejante facilidad, simplemente tenía que ser así.
Me llevas a una pequeña plaza iluminada con farolas donde no hay ni un alma, me siento más tranquila, tanta gente estaba empezando a agobiarme, me miras a la cara, lees mis ojos, no necesitas que te diga nada, tu lo sabes todo
-Oh, Lisbeth...
Murmuras, no puedo decir nada, solo necesitaba tu presencia, ya la tengo, no me quedan fuerzas para más, tu me abrazas, me abrazas con fuerza y yo por fin me siento a salvo, por fin tengo fuerzas, por fin puedo sonreír, y una idea viene a mi cabeza, un regalo, un agradecimiento, sin duda lo mereces, y sé que te gustará
-Ven conmigo, quiero llevarte a un sitio
Esta vez soy yo la que te coge en brazos, saco mi alfombra mágica y te llevo volando hasta una pequeña isla del Caribe, allí hay gente que te conoce y sé que te divertirás, yo me dedico a dar vueltas por la isla, intentando soportar el calor, leyendo los periódicos locales, intentando ocupar mi mente.
Te acercas a nuestra casa, y me encuentras sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, mirando al vacío, llegas y te sientas a mi lado. No puedo resistirlo más y te doy un beso, y otro más, parece que tu respondes, soy feliz, te doy otro beso más, creyéndome la reina del mundo, cuando tu te apartas y me dices, que no tendré ningún beso más hasta que no te prepare una buena cena, estoy dispuesta, lo haré.
De pronto la puerta de mi habitación se abre, y aparece mi madre buscando unos papeles que tengo en la mochila, le mando una mirada fulminante, enfadada por haberme jodido el sueño, le pido que se vaya y le digo que ya sacaré los papeles más tarde.
Lo intento, pero no soy capaz de volver a soñar.
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