Perderte en un mar de ideas fijadas a un punto difuso en la pared, oír su respiración pausada unos metros atrás, como si estuviera en otro planeta y a la vez en el centro mismo de tu alma.
Perderte y desear que las palabras traspasen la mente y salgan al exterior, para morir congeladas sin haber pasado por la boca, que las vuelve burdas y las convierte en una grotesca parodia de lo que una vez fueron.
Saber que el olor a café y tabaco que te llega no es real, sino un producto de la imaginación que grita por un toque de bucolismo, aunque sea falso y solo exista en los viajes bajo las estrellas. En esos días en los que la luna parece que te engaña y te permite tocarla y amarla, para luego reírse en tu cara y observar con desdén tu aullido desde su trono de oscuridad. Porque esas noches te conviertes en lobo y comprendes que no importa lo hermoso de tu llanto,porque la luna seguirá ahí y tú aquí y eso es algo que no podrás remediar.
Y es por eso que quisieras perderte y saborear besos de ceniza y sentir el regusto amargo del café, del whisky y de tus entrañas que por una vez luchan con tu cuerpo por salir fuera aceptando el riesgo de destrozarte en el intento y convierte el día en noche y el calor en frío y tú no puedes más que coger aire y seguir el compás y rezar, secretamente, por que cuando todo acabe la vida pueda seguir su curso mientras lo más profundo de tu ser desea permanecer en ese estado de ingravidez durante los días que le quedan.
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