viernes, 24 de septiembre de 2010

Cogió su café y volvió a sentarse frente a la pantalla de su ordenador, una única frase adornaba el enorme cuadro blanco que era la página de word en la que trabajaba. Suspiró, toda su vida había luchado para que llegara ese momento, lo había deseado con todas sus fuerzas y ahora que lo tenía no era capaz de escribir nada.

Puso algo de música, y trató de dejar volar su imaginación, al cabo de un rato se dio cuenta de que lo único que hacía era seguir el ritmo de las canciones y martillear en la mesa con los dedos y decidió que lo de la música no había sido buena idea.

Dio un sorbo al café y cerró los ojos, en seguida le vino su imagen a la cabeza, su cuerpo esbelto, sus ojos, el brillo de su sonrisa, recordó con ternura algunos de los momentos que había pasado junto a ella y deseó tenerla allí, deseó que fuera su musa y la ayudara a salir de todo aquello que sentía, aún si no sabía expresarlo con palabras porque tenía la certeza de que con sólo mirarla a los ojos ella sabría perfectamente lo que pensaba, lo que sentía y la ayudaría a solucionarlo.

Volvió a mirar la pantalla del ordenador, se sintió inútil, vacía, falta de algo que la había acompañado desde siempre. Sintió que no era ella misma y se preguntó quién era ella misa, una lágrima recorrió su mejilla, apagó el ordenador y salió a la calle.