viernes, 8 de julio de 2011

Mike

Se consideraba un hombre fetichista, pero no un fetichista al huso. Era artista por convicción, llevaba el arte en las venas, el alma y el corazón, durante años había luchado por hacer de su pasión un medio para la vida, pero con el tiempo había encontrado la forma de compaginar un trabajo en una cafetería con la vie boheme.

Como todo artista, era fetichista y su fetiche era una mujer. Solía escribir pequeñas historias sobre ella, la dibujaba, le cantaba canciones...Pero la mujer que quitaba el sueño a Mike no era alguien a quien pudiera invitar a tomar un café, la mujer de Mike era la heroína de los cuentos de fantasía, la bruja y la pícara, la princesa y la campesina de las novelas épicas; era la protagonista de sus escritos, de sus dibujos y sus canciones.

Mucha gente le había preguntado por qué no escribía sobre hombres y él siempre respondía que los hombres carecían de la fluidez y la gracilidad de las mujeres y por una parte era verdad, pero lo que nunca confesaba era, que temía que si hablaba de ella como un personaje meramente ficticio, su musa jamás entraría por la puerta de la cafetería donde la esperaba cada mañana.