miércoles, 5 de octubre de 2011

Nadia

Su ilusión era ver belleza, sentir la hermosura en su estado más puro. Si alguien le hubiera preguntado qué era bello para ella, seguramente no habría sabido contestar, pero no era una respuesta lo que ella buscaba, sino algo que la hiciera sentir. Quería encontrar algo tan bonito que hiciera que se le erizara el vello y que la hiciera incapaz de contener las lágrimas, algo tan hermoso que la hiciera saberse minúscula en espacio y que, a la vez, la envolviera de tal forma que el mundo a su alrededor dejara de existir al menos por un segundo.

Buscó en todas las formas de arte que conocía, buscó y encontró algunas piezas de música que se acercaban a lo que ella quería, pero nunca era suficiente. Buscó la belleza en las personas, en la naturaleza, en la arquitectura, incluso dentro de sí misma. Llegó a pensar que ese ideal no existía, que esa definición que era incapaz de dar no era más que una quimera, sin embargo se prometió a sí misma que jamás dejaría de buscar aquello que sabía que la haría feliz, porque aunque nunca hubiera sido una mujer de fe, la simple idea de que su búsqueda fuera en vano hacía que sintiera un gran vacío en su interior, y no estaba dispuesta a que eso pasara.

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